Realizada una consulta a numerosos especialistas, entre ellos el RIJKSBUREAU VOOR KUNSTHISTORISCHE DOCUMENTATE NETHERLANDS INSTITUTE FOR ART HISTORY the Netherlands, poseedora de uno de los fondos documentales más importantes de pintura, comenta que desconoce el personaje, se ha realizado un primer estudio y de este estudio las profesionales que lo han realizado han sacado sus primeras conclusiones, estas deberán ser contrastadas con nuevas investigaciones para aclarar la autoría del cuadro.

RIJKSBUREAU VOOR KUNS THISTORISCHE DOCUMENTATIE NETHERLANDS INSTITUTE FOR ART HISTORY.

Esta respuesta fue dada por este centro, después de haber mandado la fotografía del cuadro, entonces todavía no se habín realizado los estudios radriográficos y pigmentarios del cuadro.

Full-lengt Portrait of Man: Judging fron its stylistic features this painting is a copy. Howeverr, we have not yet been able to find the originalon whish it was not yet perhaps a portrait by Anthony van Dyck from his Italian period. The author of your painting could be either Spanish or Italien.

Retrato de un hombre de cuerpo entero: a juzgar por sus rasgos estilísticos este cuadro es una copia. Sin embargo, no hemos sido capaces todavía de encontrar el original en que está basado. Es quizás un retrato hecho por Antonio van DicK de su periodo italiano. El autor del cuadro podría ser español o italiano.

Dentro de otros especialistas a los que no nombramos, el personaje está situado en Madrid y cercano a la corte. Pero lo más asombroso es que el cuadro, mantiene un estilo pictórico y técnica, hablando de la preparación del lienzo y en la utilización de los pigmentos y especial del amarillo de Nápoles, que nos hace situarnos en Italia, pues este pigmento no aparece en la gran mayoría de cuadros existentes en España por esos años, documentado en “Ciencia e Historia del Arte Velázquez en el Prado” de Richard Newman.

Por otro lado es sabido, que Velázquez pintó en Italia -”un soberbio autorretrato al estilo Tiziano, y no inferior a sus cabezas“- comenta Pacheco, también nos comenta del mismo cuadro – “que tengo yo en mi poder para los bien entendidos y gloria del Arte“- Palomino, recoge también las palabras de Pacheco. Y Peman comenta en Varia Velazqueña sobre autorretratos de juventud.

 

SOBRE AUTORRETRATOS DE JUVENTUD DE VELÁZQUEZ

La floración de estudios velazqueños a que está dando lugar la conmemora ción del tercer centenario de la muerte del pintor invita a reconsiderar la cuestión que me ocupó hace muchos años (1) del autorretrato del artista en su juventud. Tal como entonces la traté no podía aspirar a ganarse la situación de cosa juzgada y resuelta. Tampoco puede pretenderlo ahora, porque en materia de autorretratos velazqueños seguimos aún partiendo de un solo dato seguro y de los últimos años del pintor, de modo que los sucesivos jalones que en su iconografía pueden irse colocando van siendo siempre tanto más inseguros y subjetivos cuanto más alejados de aquella fuente. Me parece, pues, lo útil tratar el problema situándolo en el contexto de la obra velazquefia y, aprovechando cuanto la investigación y la crítica han dicho sobre el particular en todos estos años, recordar los datos tradicionales y presentar a su lado los elaborados por mí, en forma que el lector pueda extraer sus propias consecuencias.

Consiguado queda que en materia de autoiconografía velazqueña sólo un ejemplar seguro poseemos y de los últimos años del pintor: el que introdujo en 1656 en el cuadro de Las Meninas, unos cuatro anos antes de morir (lám. 117). Su apariencia es de retrato fiel, y sus rasgos son, naturalmente, de capital importancia para rastrear su presencia en otros posibles autorretratos de fecha más temprana. Entre los más llamativos se hallan el bigote y la poblada cabellera, acaso peluca, pero son, naturalmente, de los menos esenciales y constantes. Más interesa el color oscuro del mismo cabello, las cejas espesas, los labios gruesos, la nariz abultada. Como ésta se ve de frente, no suministra apenas información sobre su perfil. Hay también una ligera papada. La mano está hecha demasiado someramente para extraer de ella datos anatómicos, poco útiles además, porque apenas tenemos otros retratos con manos que puedan pretender la condición de propia efigie.

Del único autorretrato seguro de Las Meninas hay que partir a la búsqueda de los demás posibles.

Documentalmente consta en el inventario de los cuadros quedados en el taller de Velázquez al tiempo de su fallecimiento (2) que el maestro poseía un retrato suyo inacabado en las partes de paños; pero como ni se sabe del paradero de ésta obra ni siquiera si era del pincel del propio Don Diego, pasamos por el momento sobre ello para detenernos en el siguiente posible autorretrato: el del Museo Provincial de Valencia (lám. 77), sólo una cabeza, del que existen varias réplicas o variantes más prolongadas, como el busto que fue de la colección Cook de Richmond -o los de Bridgewater Hóuse, de Londres, y Palacio Pitti, de Florencia, que llegan hasta la cintura y dejan ver las manos enguantadas.

Beruete (3) retuvo como auténtica la versión dé Valencia, uno de los pocos cuadros -que no conozco personalmente de los que comento en él presente estudio. Prescindiendo del parecer de tan sabio tratadista, las fotografías que he manejado no– me- inclinarían a considerarlo obra auténtica, y desde luego, no lo es la de la desaparecida colección Cook.

Es verdad que todas las referencias son de que el cuadro de Valencia se halla en mal estado, que ha sufrido restauraciones poco afortunadas y repintes. El tratarse sólo de una cabeza, mientras existen variantes más prolongadas, no inclina a favor- de que aquella sea la versión original, a menos de que estemos ante un fragmento mutilado. Entre los más modernos tratadistas de nuestro pintor, la señora Trapier -no se inclina por la autenticidad (4). Las otras variantes citadas tampoco son de alta calidad ni han sido retenidas por los biógrafos como auténticas. Lo más verosímil- parece ser que respondan a un original perdido que, ese sí, pudo haber sido autorretrato.

Beruete, que creía auténtico el de Valencia, lo fechaba alrededor de 1640, pero debe advertirse que si la serie de autorretratos velazqueños que vamos estudiando y que en esta parte se compone sólo de las piezas ordinariamente admitidas, aunque con variable seguridad puede presentar alguna consistencia, es preciso acercar más esta cabeza a la época de la de Las Meninas y distanciarla de las que la anteceden. La figura del pintor presenta, en efecto, pocas diferencias con la de Las Meninas en cuanto a edad y aspecto general. Se peina del mismo modo y tiene ya la leve papada bajo la barbilla. La «mosca» bajo el labio inferior no existe ya en Las Meninas y por los demás supuestos autorretratos parece que Velázquez la usó anteriormente- más poblada-. Habría que considerar el retrato de Valencia, caso de serlo; como anterior al- de Las Meninas-, pero como unos diez años posterior a la fecha de 1640 propuesta por Beruete.

Lo que más estorba a la identificación en el ejemplar Valenciano es el trazado de la nariz, algo respingada, rasgo que no se encuentra en los demás cuadros que se cree representan al pintor más joven, ni tampoco en tanto grado en la variante de Bridgewater Gallery, – la de más calidad. Ya dijimos que el – retrato auténtico de Las Meninas, – por -su posición frontal, no permitía conclusiones seguras sobre este detalle tan útil para la Identificación, el perfil del lomo de la nariz. Como no conozco suficientemente el cuadro de Valencia, que parece tan repintado, y especialmente en esa parte, no puedo conceder demasiada importancia a ese detalle negativo, y admito dubitativamente que este -lienzo sea un retrato un poco anterior al -del Museo del Prado, sin poder extraer consecuencias del único detalle que sería concluyente para la identificación de los otros retratos anteriores en fecha (y, por cierto, – con- carácter negativo), el del trazado de la nariz. Esto excluido, el cuadro de Valencia y sus epígonos apenas añaden nada a lo que sabemos por el de Las Meninas..